hermanas



Escribí este relato en dos días para un concurso (que no gané, por eso está aquí). Me gusta escribir cosas en dos días cuando no tengo ningunas otras responsabilidades (universitarias), es algo así como un ritual de limpieza después de un cuatrimestre.

Estoy preparando un relato todo fresh para la semana que viene. Espero poder acabarlo porque la premisa mola mucho. Hala, te dejo leer.  


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Me llamo Consuelo Solano Torres y he matado a un hombre.
Envenené a Juan Manuel Rivera Cruz el miércoles ocho de junio de 1983, pero empecé a planear su asesinato el viernes tres de junio de 1983, después de que Juan Manuel Rivera Cruz me violase por séptima vez.
El sábado cuatro de junio envié mi paga y ahorros a Málaga con mis hermanos aunque nuestro acuerdo era enviarlos cada tres semanas y me he adelantado una.
El domingo cinco de junio en misa de doce recé a Dios para que me diera fuerza, pero no busqué consejo en Él.
El lunes seis de junio volví a ver a la Hermana Margarita en el mercado, y me dijo que era una pena que no me hubiera podido quedar en el convento. Escuché en sus palabras que había oído todos los rumores de casa, y que ya era una extraña para ella. Me confirmó lo que ya sabía, que no quedaba la pureza de la joven Consuelo en mí y que por tanto ya no era la joven Consuelo que podría haber sido feliz con ella en el convento. A la tarde, Juan Manuel Riviera Cruz me violó por octava vez. Por la noche, escuché como le hacía lo mismo a la señora Carmela después de haberla golpeado malamente.
El martes siete de junio de 1983 Juan Manuel Rivera Cruz insistió en pasar el día en el campo. Mientras vigilaba a la señorita Flora jugar junto al río encontré una planta de cicuta con fruta todavía verde y guardé dos frutos en mi pañuelo.
El miércoles ocho de junio de 1983 usé ambos frutos para envenenar el café de Juan Manuel Rivera Cruz. Al poco rato se quejaba de mareos y luego refería que tenía insectos recorriéndole la piel. Quiso llamar al doctor, pero no me costó impedir que saliera del saloncito porque los músculos no le respondían bien. Tampoco me costó silenciarlo usando mis calcetines como bozal. Juan Manuel Rivera Cruz murió de asfixia mientras yo miraba sin hacer nada. Mientras la señora se daba su baño y Flora estaba en su siesta, rodeé a Juan Manuel Rivera Cruz con mis sábanas y lo arrastré al maletero de su coche. Una hora después fui a comunicar a la señora que Juan Manuel Rivera Cruz había decidido salir a montar en bicicleta por el monte. La señora Carmela y Flora tenían una merienda aquella tarde, y mientras la señora hablaba con Julia Hernández y Flora jugaba con Eugenia Bueno, de seis años, yo conduje el coche de Juan Manuel Rivera Cruz con la bicicleta de Juan Manuel Rivera Cruz encajada y tapada como mejor pude en el asiento de atrás y su cadaver en el maletero y fingí un accidente en la parte alta del camino, ocupandome de dejar las huellas de la bicicleta en la tierra blanda y dejando la huella de su cráneo en una roca cercana antes de tirar el cadaver de Juan Manuel Rivera Cruz al río.
Me preocupé de cambiar la ropa del muerto por lo que vestía cuando estaba haciendo deporte y la añadí a la colada de aquel día. Desde la promesa que me hice a mi misma el viernes tres de junio sin tener ni idea de como la iba a llevar a término hasta el momento en el que encontré la planta de cicuta el martes siete de junio de 1983 y el plan tomó forma definitiva en mi mente, estuve sola y no fui coaccionada en ningún momento por persona alguna.
La mañana del viernes diez de junio de 1983, el cadaver de Juan Manuel Rivera Cruz fue encontrado por la Guardia Civil.  Habíamos informado de su desaparición un día antes, después de que la señora Carmela, que había decidido no buscar ayuda antes por la posibilidad de que Juan Manuel Riviera Cruz se hubiera quedado a dormir en casa de uno de sus amigos. Antes de que se acabara la semana, nos informaron de que el forense no había encontrado agua en sus pulmones a pesar de que el golpe de la cabeza no habría sido suficiente para causar la muerte, y que estaban llevando acabo otros análisis para determinar la causa de la muerte con exactitud.
Es lunes trece de junio de 1983 y están interrogando de nuevo a la señora Carmela, que es inocente. Yo, Consuelo Solano Torres, en plena posesión de mis facultades físicas y mentales, soy la única responsable del asesinato de Juan Manuel Rivera Cruz y con esta carta, que entregaré al inspector a su salida para no perturbar a la señora, me pongo en disposición de la justicia.



ii
«—La verdad es que se ha hablado mucho de lo que es políticamente correcto o no ahora que ha resurgido la polémica, y me parece que se esta perdiendo lo que es... la esencia de la carta de Consuelo Solano.
—Estoy contigo, estoy contigo, Pedro.
—Por culpa del libro de Alicia Villanueva se está romantizando lo que hizo, y no sé hasta que punto estas nuevas generaciones que son tan absolutistas respecto a estos temas entienden lo que significa. En esa carta se habla de un asesinato premeditado, un asesinato a sangre fría de un hombre que en todas las entrevistas y reportajes que se hicieron aparecía como un vecino ejemplar, amigo de sus amigos y sin ningún vicio. Y además era policía, era un hombre que había jurado servir y proteger. A Consuelo la han analizado muchas veces, y siempre se llega a la misma conclusión, y es que la chica... pues que no estaba bien. La niña desde pequeñita se le veía. ¿Tu ves normal que la metieran en un convento? Y luego ya la muerte de los padres la tuvo que desequilibrar del todo. Tuvo que dejar el convento para ayudar a los niños en la escuela, porque era la responsable legal y su tía no podía con tantos niños de repente. Yo creo que Juan Manuel simplemente fue amable con ella y ella se montó sus películas. En su momento no se llegó a cuestionar tanto como ahora, con estas corrientes de feministas nuevas que hay. Que siempre hay que creer a la mujer. Pues yo esto no me lo creo, no me lo he creído nunca, porque eso de planear un asesinato solo viendo una planta pues es de una persona que tiene rasgos obviamente psicópatas. Y yo lo siento. Es que no me creo que ahora, diez años después de que la hayan soltado y es un peligro social encima se la esté venerando. Aquí los hechos son los hechos. Si Juan Manuel la violó tantas veces como dice ahí, ¿por qué no fue a denunciar? ¿Es que acaso era más fácil perpetrar un asesinato que poner una denuncia en una comisaría? Es que vamos. Todo mentira, to...»

    —Alicia.
Alicia miró hacia abajo y se encontró con que el folio donde había estado planificando las actividades de sus próximas presentaciones estaba hecho una pelotita muy comprimida en su puño izquierdo. Guille respiró muy profundamente y le separó los dedos uno a uno hasta conseguir sacarla.
    —Pero, ¿por qué miras esas cosas?     —suspiró su asistente, apagando la televisión—. Además, ¿con Pedro Ortíz? Pero si sabes que te vas a enfadar diga lo que diga. Es Pedro Ortíz.
    Alicia se echó hacia atrás en la silla y se masajeó la frente.
    —He pasado diez años escribiendo este libro y media vida planeandolo. Tardé tres años solo en encontrar a Consuelo, y eso que ella quería que la encontrara. Y aún así piensan que es ficción y la critican como ficción. Antes de empezar a hablar del asesinato de Rivera, estaban diciendo que la parte del convento era “poco creíble” porque las novicias fueran lesbianas. Que si quería que hubiera ese tipo de representación ya podría haber sido respetuosa y ponerla después, con alguna amiga del pueblo.
    Guillermo respiró profundamente por segunda vez y abrazó a su jefa por detrás.
    —Ay, Alicia.
    —No es su historia. No tienen derecho a decir lo que pasó o lo que no, porque no es su historia. Y tampoco es la mía. Y la pobre Consuelo, que esta soportando esto después de que Carmela se nos fuera... No tengo nada que pueda decirle. No debería haber hecho esto.
    —Cariño, hay muchas más razones para hacer esto que jamás las habrá para no hacerlo  ¿Tienes idea de a cuántas personas habéis inspirado y dado fuerzas, Consuelo y tú?
Alicia separó la silla de ruedas de la mesa casi atropellando a Guillermo en el camino.
—¿A dónde vas?
—A hablar con mi agente.
—Alicia, ¿qué vas a hacer?
—Lo que se me da bien  —proclamó ella, ya desde el pasillo—. Luchar.




iii
Guillermo tenía razones para preguntar que qué iba a hacer con aquel tono de cautela. No tenía miedo de lo que Alicia iba a hacer, pero sí que sabía que iba a ser algo grande, y que después de cualquiera de las cosas que dijera iba a volver otra ola de señores que dijeran “todo mentira, todo mentira” como Pedro Ortiz. La realidad es que Alicia no tenía ninguna obligación moral de explicarle el feminismo y el contenido  de su libro a todos aquellos periodistas de medio pelo que no habían tenido jamás la voluntad de informarse con ninguna lectura y que estaban demasiado a gustito con sus privilegios como para pararse a escuchar, pero Alicia Villanueva estaba cabreada, estaba harta y estaba dispuesta a entrar en un debate en directo con Pedro Ortiz antes de escribir un artículo dirigido a él y a los suyos.
Ortiz aceptó, por supuesto que aceptó, y además al anunciarlo tuvo la brillante idea de intentar enfadar aún más a Alicia diciendo que solo lo estaba haciendo para que subieran las ventas de su librito. A Alicia la pullita solo le hizo gracia. Era un precioso chiste que aquel señor pensara que no tenía nada más de lo que preocuparse que su libro.
    
—Bueno, por fin nos conocemos.
Alicia asintió con una débil sonrisa.  Sus ojos no estaban sonriendo para nada, porque eran una extensión de su encéfalo, y su encéfalo estaba pensando lo a gustito que se iba a quedar cuando terminase el debate. Pedro Ortiz se había agachado para hablar con ella con exactamente la misma expresión y postura que pondría al hablar con un  niño que todavía no supiera mucho de la vida.
Alicia no necesitaba que la gente se agachara para hablar con ella.
—¿Estás preparada?
—No he necesitado prepararme —respondió ella.
—¿Naciste preparada, entonces?
—Más bien he pasado tantos años teniendo que conocer perfectamente estos argumentos que ya  me vienen como los nombres de los colores.
Pedro fue el que sonrió aquella vez antes de alejarse. Alicia puedo escuchar perfectamente como comentaba con el moderador que no le extrañaba que el pobre Juan Manuel no hubiese tenido ni una oportunidad con feministas así de violentas.
Al moderador no le pareció hacer mucha gracia. Alicia se permitió sonreír de verdad.

—Vamos a aceptar la presunta violación de Consuelo, para la que no se tienen más pruebas que su testimonio, porque recordemos que Carmela dijo que no sabía nada en el juicio —dijo Ortiz—. Más que eso, también voy a aceptar las pruebas de que Juan Ramón maltrataba a su esposa, de las que objetivamente no se puede decir si fueron hechas por él o por ellas a posteriori, para ponerme en tu lugar. Yo lo acepto todo ahora mismo, que lo que tu defiendes es que Consuelo nunca habría cometido un crimen de no ser por la violación y lo demás.
Alicia torció la cabeza y Pedro se lo tomó como un asentimiento para continuar.
—Entonces, hablando en plata, Juan Manuel les hizo un favor a las dos para salir del abuso. Fue cuando empezó realmente a traspasar los límites cuando ella decidió actuar. En la carta lo dice muy claro. “Empecé a planear su asesinato el viernes tres de junio de 1983, después de que Juan Manuel Rivera Cruz me violase”.
—En primer lugar, dice “después de que Juan Manuel Rivera Cruz me violase por séptima vez”, Pedro —respondió Alicia, haciendo todas las pausas para respirar que quiso, porque necesitaba respirar mucho mientras le respondía a Pedro—. Fueron meses de abusos continuados, y no comprendo como puedes obviarlos hasta que hubo violación con penetración. Al final, estás implicando que fue él el que le otorgó la valentía de actuar, como si el suyo fuera alguna clase de toque divino. Y no eres el único que hace eso, implicar que una mujer no es realmente fuerte hasta que sufre un abuso. Pero no es verdad.
—En la carta...
—Señor Ortiz, no interrumpa.
—Consuelo había estado ayudando a sus padres desde pequeña como podía, y cuando murieron salió inmediatamente del convento para apoyar a su tía en el cuidado de sus hermanos. Llegó a tener tres trabajos a la vez antes de que Carmela la contratase como interna. Juan Manuel Rivera Cruz no la convirtió en ninguna criatura con poderes especiales. Consuelo era suficiente.
—Repito que en la carta dice textualmente que no es la Consuelo de antes porque había perdido la pureza.
—No sé a qué punto quiere llegar, señor Ortiz. Ha empezado diciendo que acepta la violación de Consuelo y el abuso y violación a Carmela, pero aún así parece que quiere justificar a Rivera de alguna manera.
—Mi punto es exactamente ese, que sin la violación no se justifica el asesinato, y los únicos hechos que son hechos es que Consuelo mató a un hombre. Aunque se hubiera producido una violación, ¿vale una violación una vida?
—Pregúntele eso a los violadores que matan a las víctimas que no se dejan violar.
Alicia respiró de nuevo antes de continuar respondiendo.
—Te oí decir con ironía “es acaso más difícil poner una denuncia que matar a una persona?” y fue en aquel momento cuando me pregunté si realmente habías llegado a leer nuestro libro. Los hechos de la carta están desarrollados de manera pragmática porque están dirigidos a la policía. Consuelo llegó a creer que solo podía salir de donde estaba, sacar a Carmela y a Flora de donde estaban, matando a un hombre. Consuelo, educada en las doctrinas cristianas y he de recordarte, exnovicia. Dijiste que la historia de Consuelo romantizaba el asesinato. Consuelo sabe que cometió un crimen y ha cumplido sus años.
—¿Y ya está? ¿Lo tomas como una simple salida al abuso? ¿Y si ahora todas las chicas a las que violen entienden que hacer lo que Consuelo? ¿Que matar al violador es lo que se tiene que hacer si las violan?
 —¿De verdad crees que el problema aquí son las personas violadas, no los violadores? Qué valor.
—No sé si parte del problema, pero sí de la solución. Hay algunas cosas que se pueden hacer para evitar las violaciones, y lo que no se puede hacer es pedir seguridad cuando no se siguen medidas básicas.
—¿Cómo no andar sola por la noche? ¿Coger las llaves para que sirvan como puñal? ¿No beber mientras tus amigos están de fiesta porque sabes que divertirte en un momento puede ser utilizado contra ti después? ¿O quizás no liberar a un grupo de violadores con una fianza para que los chicos no piensen que violar es algo que pueden hacer porque al final les va a salir barato?
—Sabes tan bien como yo que un error así puede arruinar una carrera prometedora, y no solo una vida. La familia de él también sufre. Ellos también son víctimas, en definitiva.
—¿Qué clase de salvavidas moral crees que es ser superior en algo? ¿Violó a una chica detrás de un contenedor pero es buen muchacho así que no pasa nada? ¿O vas más por el camino de “utilizan a un buen español que les ha dado trabajo para tener los papeles”? O espera, quizás te refieres a la corriente de separación absoluta de obra y artista, aunque el artista fuese un abusador, porque hizo cosas de buena calidad. Por favor, puntualiza.   
—Parece que te olvidas de que vosotras tenéis el poder de denunciar, sea verdad o mentira lo que decís en vuestra denuncia.
—¿De verdad que prefieres evitar la posibilidad de que una persona sufra el proceso de un juicio por falsas acusaciones, como tu dices, a que otra persona esté siendo abusada física y psicológicamente?
—¿Abuso? Los hombres siempre  hemos estado para protegeros de la opresión de verdad, y ahora queréis ganar terreno y terreno, hasta que vosotras os sintáis poderosas, hasta que creáis que podéis hacer todo lo que os de la gana. Siempre habéis estado protegidas, y si tenéis que aguantar cosas distintas a nosotros, pues lo hacéis y ya está, que para eso la humanidad está dividida en dos.
—Señor Ortiz.
—Creo, señor Ortiz, que siempre que ha habido un hombre oprimido por una causa, ha habido una mujer más oprimida por la suma de la misma y el machismo. Creo que lo que os da miedo es que el feminismo signifique que vamos a tener la misma capacidad de opresión sobre vosotros que vosotros sobre nosotras. Creo que debería revisar sus privilegios de hombre blanco cisgénero heterosexual. Y también le recomendaría pensarse su postura de que la humanidad está dividida en partes. Suena muy ordenada.
—¿Me estás llamando racista?
—Hablaba del espectro de género, pero si considera la posibilidad de ser racista tan rápidamente, quizás tenga que preocuparse.
—Estás tergiversando todo lo que digo. Este debate tenía como objetivo hablar de personas frente a personas, y lo has retorcido todo lo que has querido, solo porque eres mujer y además discapacitada.
—Se llama diversidad funcional.
—El término correcto es diversidad funcional, señor Ortiz —dijo el moderador, al que Pedro miraba como miraría a un arbitro de fútbol esperando que sacase una tarjeta roja clarísima.
—Lo que sea. Al final se trata de humanos dañando a humanos, pero unos parecen valer más que otros. Si hubiese sido Juan Manuel el que hubiese matado a Carmela y luego a Consuelo, jamás tendríamos esta conversación, porque todo el mundo hubiera coincidido en que era violencia machista y él era totalmente culpable.
—Tú lo has dicho. Nadie se hubiera sorprendido más del primer shock de “si parecía buena gente”. Luego algunos hubieran hablado de que “algo habrían hecho su mujer y la chacha”. Nadie hubiera hecho un reportaje sobre Juan Manuel como hicieron buscando los oscuros motivos detrás de la venganza de la asesina de la cicuta, porque la violencia machista está ya digerida en este país, pero que una mujer mate a un hombre es otra cosa bien distinta. Porque las mujeres no matan, las mujeres se callan y si hablan, tienen que esperar a que las crean. ¿Sabes por qué se arrepiente Consuelo de haber matado a Juan Manuel Rivera Cruz, incluso más de por haberse llevado una vida por delante? Se arrepiente de que lo que decidió hacer por como ha afectado  a todas sus hermanas, porque desde entonces muchos habéis tomado su historia como argumento de que el feminismo no quiere la igualdad. De que el feminismo es a la sociedad lo que el machismo es a la sociedad. Consuelo escribió que era la única responsable del asesinato de Juan Manuel Rivera Cruz porque no quería dañar a nadie más. Sabía que solo tenía una oportunidad, y no podía utilizar un cuchillo o sus manos, o hacerlo mientras la estaba violando, porque así no podía ganar. Así que se convirtió en una asesina para proteger a ella misma y a otras dos mujeres. No mató por celos, por dinero o para obtener un beneficio. Mató para obtener paz y tenerla rápido. Por eso me dejó escribir nuestro libro. Consuelo mató a un hombre, sí, y con  un plan, y con alevosía. Lo que nosotras queremos es que nadie se sienta jamás en esa prisión y tenga que elegir esa salida porque no vea otra. Porque hay salida. Para eso estamos. Para eso está esta gran familia. Nosotras te creemos, hermana.





iv

Me llamo Daniela y tengo trece años. Mi hermana es cinco años mayor que yo y dice que soy muy pequeña para hablar de feminismo. A su novio no le gusta el feminismo. A mi hermana no le gusta su novio, pero él ha hecho que crea que no podrá ser independiente de él. Quiero ayudar a mi hermana. Voy a ayudar a mi hermana. La revolución ya está pasando y es de todas y para todas.

Me llamo Belén y dejé de salir a la calle con mis hermanas dos años después de casarme, cuando me quedé embarazada de mi primer hijo. Hoy tengo miedo por él porque los demás chicos de su escuela ya están bromeando sobre el abuso y la violencia machista. Yo estoy educando a mi hijo como mejor puedo, y estoy orgullosa de como defiende lo que es correcto, aunque lo insulten por ello y digan que su madre le está lavando el cerebro. Ayer mi marido me preguntó por la próxima manifestación. Vamos a ir los cuatro. La revolución ya está pasando y es de todas y para todas.

Me llamo Alma y cuando nací me asignaron un género que no era el mío. Las hermanas de las familia que elegí me ayudaron a abrazar quien soy. Ahora lucho por todas las que como yo son como yo para que ellas tengan más fácil que yo ser lo que son.  La revolución ya está pasando y es de todas y para todas.

Me llamo María y nací en Cádiz, pero aun usan “vete a tu país” cuando quieren que me calle. Yo ya no me callo. El feminismo no es mi única lucha, pero es una de ellas. Aquí todas luchamos por todas.  La revolución ya está pasando y es de todas y para todas.

Me llamo Flora Rivera y mi padre abusaba de mi  madre. Ella me lo contó cuando era lo suficientemente mayor como para encajarlo, porque de pequeña, cuando se fueron a la vez papá y la tía Consuelo, solo lo entendí a medias. Ningún niño debería ser forzado a entenderlo a esa edad. Soy abogada y vivo con mi esposa en Sevilla. Llevo haciendo activismo desde los diecinueve años. Marcho por las que no pueden porque ya no están, porque su salud mental no les deja estar en la calle o porque incluso tienen prohibido salir. Hago además activismo en redes y he dedicado dos de mis títulos al feminismo. Me deconstruyo y aprendo cada día. Quiero y creo a mis hermanas. Estoy orgullosa de lo que hemos hecho y tengo esperanza en el futuro aunque quede mucho por hacer. La revolución ya está pasando y es de todas y para todas.

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