brisa (softober #02)

 

Ale, que estaba acostumbrada a tener que enfrentarse a los fuertes vientos cada vez que visitaba ese puerto, agradeció que todo lo que le echara en cara Cádiz aquella tarde fuera una brisa tranquila.

    Se había adelantado unas horas a su compañero. Era un capricho que se permitía por guapa, lista y andalucista: se merecía tomarse un heladito en la plaza de la catedral y mirar el océano un ratito después de tantas misiones en la meseta, hombre ya.

    Pero ya eran las cinco y media, así que se había encaminado al parque Genovés, donde estaba el punto de encuentro establecido. Habían quedado en la cueva que atravesaba el mirador del lago artificial. Ale se detuvo un momento para mirar a los patos, y de paso aprovechó para repasar mentalmente todo lo que había averiguado del mago de una manera que por supuesto no había implicado ningún comportamiento stalker. Sin embargo, una vibración en su bolsillo interrumpió su muy esquematizada línea de pensamiento.

Reme jefa 17:37

Ale, perdona por avisarte con tan poca antelación

Ha habido un cambio de planes.

Al final no estás con Alfonso

    Ale tomó aire lentamente y lo volvió a echar antes de mirar hacia la cascada, rezándole a todos los dioses por que la persona en la que estaba pensando no fuese la misma con la que se iba a encontrar allí a las seis de la tarde.

    Cuando vio quien miraba hacia abajo desde la pasarela que cruzaba la cascada por encima, supo que su panteón se había tomado la tarde libre.

    Sabela tenía el pelo mas corto y los pómulos más altos. Su piel morena seguía siendo igual de perfecta, eso sí. Y por lo que Ale llegaba a ver desde abajo, vestía como Pinterest te dice que visten las brujas: un top blanco roto debajo de una camiseta de red del mismo color. ¿La de pasar desapercibida se la sabía?

    Alejandra resopló y se subió las gafas.

    Se debería haber imaginado que un día que empezaba tan bien la llevaba hacia una receta perfecta para el desastre.

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