capítulo iii : tus atardeceres

de nuevo: la imagen no tiene que ver con el texto pero cuadra con el reto del día en IG perdoname por favor


DANI


Conocí a Tomás con dos años y medio.
Cuando alguien lleva tanto tiempo en tu vida, lo acabas adoptando como una constante. Antes del Atardecer de agosto, ni siquiera habíamos tenido ninguna pelea que no se solucionase en la misma tarde.
Pero claro, no puedes usar a las personas como pilares. Porque las personas están en su derecho de moverse, al fin y al cabo.
El sol estaba cayendo sobre la piscina municipal, y Tom me había sacado del agua sin decirme que pasaba solo veinte minutos antes de que nos echasen.
Era la cuarta vez que le decía que no podía dejar el piano, así que supongo que tampoco es para tanto responder que solo había sido una manera de pasar el tiempo mientras lo tenía.
—No hablas en serio —respondí. Fue la primera vez que yo me ponía serio en la conversación, teniendo en cuenta que antes había estado animándolo diciendo que no se cerrase puertas, que seguro que si lo intentaba podía con todo y demás frases de mix de Mr. Wonderful.
—Claro que hablo en serio. Si quiero llegar a entrar en mi carrera, lo tengo que poner todo, y para ponerlo todo, tengo que controlarlo todo o no voy a llegar.
—No puedes ser tan matemático.
—Soy así de matemático.
Yo no dije nada después de aquel ladrido.
—Tengo mis planes, y tú no... los entenderías.
—Tonto no soy, Tomás.
—Parecerlo lo pareces.
Cuando valoré en frío esas respuestas secas me di cuenta de que eran raquetazos a una pelota que cada vez se movía con más fuerza entre nuestros campos, y que Tom solo quería hacerme estallar con la fuerza necesaria para que yo cercenase nuestra relación con la onda expansiva.
No fue exactamente como él lo había planeado, pero funcionó.
La última vez que lo vi en el pueblo, dos años después de aquello, yo seguía preguntándome qué hubiera pasado si en vez de cerrar la boca y decirle de todas maneras no era mi vida le hubiese echado los infiernos encima. Llegué a la conclusión que enfadarme de aquella manera hubiera empezado una pelea en la que nos habríamos seguido insultando, supongo que con cosas grandes y graves y pesadas.
Supongo que habríamos dejado de hablarnos y que después del día de todos los Santos como muy tarde, nos hubiéramos sentado al lado y empezado a disculparnos por todas esas cosas tan horribles que nos habíamos dicho.
Pero dejamos de hablar lentamente, en una pendiente poco empinada pero real, empujados por la misma rutina que yo, frente a aquel atardecer de agosto que se convirtió en suyo, había jurado que jamás nos vencería.

TOM


Quería decir «tengo mis planes, y tú ahora estás en un sitio que nunca imaginé que tendrías».
Quería decir «perdón, estaba estresado con el examen de Química, y entonces me llamaste para ver como me iba, y me acojoné porque me quitaste todos los males».
Quería decir «pero ostias, Dani, es que parece demasiado bueno, demasiado de cuento de hadas que esto pase con tu mejor amigo, con tu compañero de toda la vida, así que me asusté».
Pero claro, fui un cobarde.
He sido un cobarde hasta para venir a verte. Porque podría haber llegado a tu funeral, pero en vez de eso pasé el fin de semana llorando cada vez que estaba solo y unas cuántas veces que no lo estaba.
Joder, Lola.
Se me antoja oírte. Se me antoja escuchar como me regañas para decir que luego va a estar todo bien. Si cierro los ojos casi me abrazas.
Estaría bastante bien que me abrazases, porque he visto atardecer delante de la placa que marca donde estás enterrada y ahora estoy helado.
Todo mal, Lola.
—¿Has venido al pueblo solo para coger un resfriado?
¿Cómo puede tener una voz tan bonita, Lola?

No hay comentarios:

Con la tecnología de Blogger.