Cuestión de modales
¿Soléis ir a la playa a última hora de la tarde?
Quizás sí, quizás no.
Sin embargo, supongo que todos sois capaces de imaginar lo
que ocurre en agosto, temporada extra, cuando los que se quedan todo el día
rebozándose cuál croquetas recogen sus bártulos y la arena descansa.
Sucedió que un día, en los principios de la era playistica
veraniega, a alguien le dio por dejarse el tupper en la playa. El caso es que
se olvidaron de la pobre cosa o que, simplemente, la papelera estaba muy lejos.
Este tipo de cosas antes no pasaban. Os aseguro que mandaron
al hijo mayor a por el tupper, porque no iban
dejar un tupper en la playa, aunque estuviera tan roto que se saliese
todo el aceite cada vez que metías una tortilla. Hombre, no lo vas a dejar ahí
para el que venga.
Pero han pasado los años, y algunos espabilados sí se dejaban la basura en la playa,
porque les daba igual. Que limpiasen otros.
“Puff. Luego recojo la lata. Hija, claro que puedes tirar la
corteza de la sandía, si es biodegradable. Anda. Manolito, deja ya la pala esa,
que está rota”
Y ahí se quedaron la lata, la corteza de la sandía y la
pala, contándose sus respectivas vidas.
Pero no generalicemos. Esto lo hará uno de muchos.
El problema viene cuando es quince de agosto y hay tanta gente que el porcentaje
de “uno de muchos” se convierte en “playa sucia”.
Yo no frecuento una playa que sea
precisamente mundialmente reconocida. No quiero ver como estarán las playas de
Benidorm, porque me da asco.
Y no es la playa lo que me da
asco. Lo que me da asco son los tres esperpentos que piensan que pueden dejar
su mierda por ahí y fastidian al resto de la gente. Y lo mejor es que luego esa
gente seguro que se quejará del perro del vecino. A lo mejor es el director del
instituto privado más pijo de la provincia. Pero eso no quita que en la playa
sea un guarro.
Esto es una cuestión de modales.
De educación. Como la mayoría de desgracias que ocurren en este país (y repito,
no voy a generalizar).
Pero cuando ves que un político
de x país ha dimitido porque se ha descubierto algo que en España está a la
orden del día, sabes que algo no va bien.
Por favor, señores. Educación.
Modales. Aunque sea, un poco de vergüenza.
Decía Arturo Pérez Reverte en una
entrevista que vi hace poco que las personas en estado de bienestar han ido
perdiendo los modales y que los buenos modales son algo que ahora no es muy
habitual.
No podía estar más de acuerdo.
Os habla alguien tan maleducado
que habla sin pensar y cuando siente impulsos, los sigue, alguien que siempre
las paga con quien no debe pagarlas, y alguien que suele darse asco a sí misma. Pero a veces pienso que si fuera
una criada hace unos siglos, haría mis tareas sin musitar una queja, y sabría
comportarme óptimamente, porque en ese caso sabría que estaba luchando por algo,
porque mi vida, mi futuro, y comer o no, dependería de mis inmediatas
decisiones.
¿Y ahora? Ahora no nos importa
eso. Porque todo está en bandeja de plata, cortado y premasticado si tú
quieres.
No nos importa eso, porque “Mamá,
¿me vas a comprar la PS4?” y luego “Que me dejes en paz, joder, que ya lo haré”
y la PS4 sigue conectada a la corriente.
No nos importa, porque “¿Me vas a
aprobar?” y “Aprobarte no, pero pasar, pasas por ley, porque es la segunda vez
que repites”
¿Hay demasiado bienestar?
No voy a decir eso con los
millones de parados que hay en este país.
Pero sí diré que yo,
personalmente, me doy mucho asco. Tengo cuidado de mirarme primero a mí,
juzgarme, pensar “Firen, das asco” y
prometerme a mí misma que voy a dejar de
hacer eso antes de decir que cualquier persona da asco.
Y me da miedo que aunque diga que
doy asco e intente arreglarlo, siempre acabe volviéndome a dar asco. Pero más
miedo me da que la mayoría de sinvergüenzas, políticos incluidos, se miren al
espejo y se sientan orgullosos, porque han pillado un buen pellizco y se pueden
ir de vacaciones al Caribe; o indiferentes por haber dejado botellas tiradas
por ahí, cuando al menos deberían mirarse, apretar los dientes y pensar “Doy
asco”. Y después, intentar dejar de darse asco a ellos mismos, aunque no
resulte la primera vez, ni la segunda, ni la numero cuatrocientos.
Tenemos que conseguir ser más
respetuosos con todo el mundo. Con las personas, con los animales, con el
planeta. Cada vez que pensamos que “no pasa nada”, hacemos daño, porque de otro
modo, no nos hubiéramos consolado con esas vagas palabras de disculpa. Porque
siempre que te dices “No pasa nada” a ti mismo, estás intentando justificarte a
ti mismo. Solución: eres culpable.
A lo mejor hay personas sin
escrúpulos que de verdad creen que están haciendo lo correcto, pero la mayoría
de los mortales no somos ni Voldemort ni James Moriarty ni nada por el estilo.
Por favor.
Por favor. Os lo pido, se lo pido
al mundo, y ojalá todos nos los pidiéramos a todos: que por favor dejemos de
ser irrespetuosos. Que por favor nadie se aproveche de su posición para hacer
más pobres a los pobres y más ricos a los ricos. Que por favor deje de ver desperdicios
en la playa, y vertidos de petróleo en la tele. Que vuelvan los modales, que
todo el mundo utilice por favor y gracias, que seamos más críticos, que no
pensemos que por que alguien haga algo mal nosotros tenemos la justificación
para imitarlo.
Y no, no quiero parar ninguna
guerra. Ni siquiera creo que muchos vayan a leer esto. Y sé que algunos que lo
lean pensarán que ellos no son irrespetuosos y que me vaya a freír espárragos,
y que muchos han dicho lo mismo antes que yo. También me podéis tachar de
hipócrita.
Solo quiero decir que los humanos
somos los animales más débiles. Lo que nos hace poderosos es un montón de
espaguetis grises.
Hagamos buenas cosas con nuestros
espaguetis, no daño.
Deberíamos tenerlo todos en
cuenta. Nos vamos a extinguir, vamos a desaparecer, como muchas otras criaturas
lo han hecho.
Solo espero que nos extingamos en
el planeta en el que surgimos y que no le hayamos hecho demasiado daño cuando
la naturaleza nos borre por fin.
Lo que no quiero es que nos
extingamos en otro lugar, un planeta extrasolar árido con pocos recursos, desde
donde los mayores señalen en dirección de la Tierra devastada, y cuenten
historias sobre los malos gobernantes que pudiendo tener al pueblo más feliz no
lo hacían, sobre las petroleras, y sobre la contaminación que mató a otras
criaturas y estropeó el agua y el aire, diciendo que aquel planeta una vez fue
azul y que nuestra raza, una raza que pensaba que era su dueña cuando solo
estaba de paso, lo asesinó.
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