Serena Brown no es un isla · Cadena de relatos

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II. Serena Brown no es una isla. 


· Perteneciente a la cadena de relatos de Resistencia lectora ·

Mason, por supuesto.
El entrenador continuó ordenando a los estudiantes a gritos, aunque ya no hiciera falta. Todos hubieran seguido sus disposiciones de igual manera si hubiera estado susurrando. Mason no era joven ni amigable, sino severo, de más de cincuenta y con mirada de halcón. Estaba elegante como nunca aquella noche por motivo de la graduación: un traje de tres piezas que hacía resaltar su cuerpo de nadador. La chaqueta estaba en una silla y tenía las mangas de la camisa remangadas mientras depositaba a Serena, o a lo que quedaba de ella, en un rincón del gimnasio. Nadie se había atrevido a recordarle que los cuerpos, en caso de homicidio, se dejaban donde se habían encontrado. Por otra parte, Ben Williams no parecía dispuesto a sostener el cadáver toda la noche. Es más, la había soltado un segundo antes de que Mason llegara y la tomara casi en el aire. Había sido casi una escena de héroe trágico, Mason tomando a su amada mientras gritaba que todo el mundo se quedase donde estaba y mandaba callar a la histérica directora con una sola mirada. Por supuesto, Serena nunca hubiera humedecido sus labios por un instante mientras pasaba la mirada de la clavícula a los pómulos altos, como había hecho la joven del vestido azul oscuro de corte griego y el moño sencillo de color miel que, en el límite de la pista de baile, pensaba que aquella fiesta de graduación no iba a ser tan aburrida como lo creyó en un principio.

Anna Melville dejó de mirar a Rick Mason. Todo el gimnasio estaba en llamas. La directora, en el escenario, parecía haber sufrido un colapso, Ben Williams estaba mirándose las manos ensangrentadas sin saber qué hacer, algunos estudiantes corrían de aquí para allá como pollos sin cabeza y el equipo de animadoras lloraba un decibelio o dos por encima de todos los demás. A su lado, Candace y Alexandra tenían la cara muy verde y estaban sentadas en el suelo, la magnífica falda de la primera cayendo a su alrededor y formando un lago de tul verde. Candace parecía un hada, sus rizos de color carbón mezclándose con los pelirrojos de Alex. Candace tan grande y Alex tan pequeña. Decían que formaban una pareja extraña. Eran una pareja magnífica.
Eran una pareja magnífica en una ignorancia ideal.
Ella no era ni sería ninguna de las dos cosas, agradecimientos especiales a sus preferencias sexuales y a  Serena Christina Brown.
Anna miró de nuevo a la pareja magnífica en una ignorancia ideal y sintió que alguien le aprisionaba el pecho. Alex estaba temblando, acurrucada junto a Candace. Respiraba entrecortadamente y tenía los ojos cerrados con fuerza, casi con furia.
Estaba teniendo un ataque de ansiedad.
Aquello era bastante justificado desde un punto de vista objetivo. Habían asesinado a una compañera literalmente delante de sus narices. Y no solo una compañera. Le habían rajado la garganta a Serena Brown, la máxima causante del comienzo de sus ataques de ansiedad, cuando se empezó a manifestar como Alexandra en vez de quedarse encerrada en Alexander. Si buscaban culpables, ella estaba en la lista corta.
Pero Alex no iba a tener razones para nuevos ataques de ansiedad por culpa de Serena Brown.
Anna se había jurado aquello meses atrás, después de salir de una fiesta en persecución de Brown y encontrase en una trampa. Meses atrás, había hecho un pacto con el diablo. «Yo dejo en paz a Alex Willis, tú haces lo que yo diga. Si rompes el trato, rompo tu vida». Unas semanas después, la hizo colar maría en la taquilla de Catherine Brandson. Solo dio un motivo: «ha roto un trato». Poco después, no había Catherine.
Quedaba una orden de Serena. Si no la cumplía, Alex pagaría por ella.

Anna Melville miró su vestido azul y suspiró. Era un vestido precioso. Esperaba no estropearlo demasiado.

***

—Oh dios mío. Oh dios mío. ¿Qué vamos a hacer, Rick?
«Un buen comienzo sería que dieras un poco de ejemplo» pensó el hombre, pero no se lo dijo a la directora. Wells estaba enredando y desenredando las manos, en un movimiento que parecía más propio de dibujos animados que de la vida real, escondida —con muy poco éxito— en una esquina del escenario. Abajo, los estudiantes habían seguido las órdenes preliminares durante tres minutos. Mason gruñó y se dirigió al micrófono con paso seguro.
—Todo el mundo quieto y sentado. Me da igual donde. Anna Melville, también va por ti.
La joven se sentó en el suelo al lado de las animadoras, que aminoraron preceptivamente su llanto para mirarla con asco. Mason se dijo la oración que ya la definía. «Eres un alma extraña, Anna Melville».
—No voy a pedir que salga el culpable con la condición de que todos os quedaréis sin recreo si es un cobarde. Sí os diré que hay un asesino entre nosotros. Os diré que lo habéis visto sin mirarlo o sin mirarla. Os diré que podríais estar en peligro. Y os pido que mantengáis la calma y que nos digáis si habéis notado que alguien no está donde debería estar.
No había sido una manera muy heroica de terminar el discurso, pero tampoco estaban en una maldita producción de Hollywood. El entrenador dejó el micro y observó la sala mientras se aseguraba de que las llaves seguían haciendo un bulto de lo más exagerado en el bolsillo de su pantalón. A sus pies, la promoción parecía un ejército de zombies que vagaban sin rumbo, mientras que en una esquina desierta descansaba el cuerpo inerte de Serena Brown en una pose tétricamente artificial. La chaqueta de Mason había dejado de estar en la silla que su dueño había ocupado gran parte de la velada para pasar a taparle el rostro y torso, pero eso no evitaba que Rick tuviera la imagen de la expresión de Serena clavada en el cerebro. Había gritado, sí, pero sus ojos miraban a la nada con una expresión casi plácida y se dibujaba un embrión de sonrisa en sus labios. Mason sabía que no se lo estaba imaginando. Y era macabro y sospechoso a partes iguales.
Una voz chillona lo sacó de sus pensamientos.
—No pienso quedarme aquí con un charco de sangre en mitad de la pista y un muerto a diez metros.
Cintia, la capitana del equipo de animadoras. Parecía más afectada por tener que ver el cadáver que por el cadáver en sí.
El profesor Mason bajó del escenario y se cruzó de brazos.
—Quizás prefiera esconderse junto a la directora, entonces —replicó, taladrando a la esbelta joven con la mirada—. No va a conseguir nada más alejado.
—No nos puede tener aquí encerrados —comenzó Cintia—. Mi padre...
—No puede atravesar un puente cortado.
Cintia se volvió con la mejor de sus miradas de desprecio para enfrentarse a la que se había atrevido a interrumpirle. Sin embargo, Mandy Harris, detrás de ella, la ignoró completamente para dirigirse hacia el entrenador.
—El inspector Harris me ha llamado. Hay un camión volcado que impide el paso, y no estarán aquí hasta que llegué una grúa que lo pueda retirar. Nos pide que mantengamos la calma y que no salgamos del edificio.
El inspector Harris era el tío de Mandy y acababa de dejar a Cintia sin cartas. Aunque abrieran las puertas, ni el mismísimo alcalde —también conocido como padre de Cintia— podría recoger a su hija, así que tendrían dos opciones: vagar por la carretera hasta encontrar cobijo en una de las granjas o asaltar el supermercado, ya que el distrito donde se encontraba el instituto estaba absolutamente deshabitado.
Aunque abrieran las puertas, estaban atrapados.

***

«Serena está muerta».
«No podemos salir».
«Vamos a morir».
«Estamos todos».
«Mierda, no falta nadie».
«El asesino no se ha dado a la fuga.
«La asesina está entre nosotros.

El grito de socorro fue ahogado y causó un eco artificial de adolescentes aterrados.
«No quiero ser el siguiente»
«No puedo ser el siguiente»
«No me toca ser la siguiente»

***

A Anna Melville no le importaba demasiado estar encerrada en el gimnasio con Mason, y menos cuando estaba saltando de aquí para allá sin tacones, como una ninfa de los bosques, llevando a cabo su pasión gracias al curso de primeros auxilios y dejando boquiabierto al hombre del que llevaba prendada toda la secundaria.
Bueno, quizás no era para tanto. No estaba atendiendo heridos graves, no había tantos que no pudieran controlarse, y algunos prescindían de su ayuda con un delicado «vete a la mierda», pero los ataques de nervios podían ser bastante peligrosos, y una directora neurótica tratando de calmar su ansiedad con la comida de la fiesta, también.
Había sido en el momento del atragantamiento cuando había atraído más miradas. La bola de gusanitos había salido tras tres intentos de los que todo el mundo había estado atento, como si Anna fuera la encargada de encender los fuegos artificiales el cuatro de julio. Mason la había felicitado mientras inclinaba la cabeza.
Joder, ¿eso ha sido una sonrisa? ¿Por qué no me besas y acabamos antes? Es una noche demasiado muda para ser la última. Haz que sea lo único que exista. Sabes que es la última.

***

Una de cuatro muertes y la segunda acecha.
Una de cuatro muertes y el plan ya se ha asentado y es imparable.

Una de cuatro mentiras. No hay ningún camión obstruyendo el puente.
Dos de cuatro mentiras. Nadie ha llamado a la policía.


***
—Oh, Dios mío.
Mandy se aferró al brazo de John —el atormentado, el desconocedor— y se tapó la boca con la mano libre.
—¿Mandy?
—La... la habitación me baila —murmuró, mientras el chico la ayudaba a sentarse.
—Hace mucho calor aquí —comentó Mike Evans, que tenía la camisa subida hasta los bíceps.
 Era altamente probable que lo estuviera haciendo porque quería enseñarlos más que por otra cosa, pero, desde luego, en el gimnasio el aire estaba viciado aunque se tratase de un espacio bastante grande.
—Tiene que salir —valoró Anna.
El entrenador, que acababa de llegar llamado por el pequeño alboroto, se cruzó de brazos.
—¿Qué parte de «nadie sale de aquí hasta que llegue la policia» no has entendido, Melville?
—Los vestuarios, entonces. Solo se puede entrar desde el gimnasio.
Él no respondió, y por unos segundos mantuvieron una batalla de miradas. En cualquier otro momento, los presentes se hubieran fijado en la intensidad que destilaban la una y el otro, y también hubieran hecho un par de preguntas. Pero en aquel, no le dieron mayor importancia, achacándolo a las emociones de la noche.
—Necesita ir, señor Mason —insistió la joven.
Y el profesor Mason —«llámame Rick»— la miró directamente a los ojos una última vez y las acompañó hasta los tres desaparecieron tras la pared que impedía ver la puerta de los vestuarios y baños.
Un minuto después de que se cerrara la puerta del cuarto de baño de mujeres en sus narices, el entrenador volvió a la pista.
*** 

Veinte minutos y cuarto.
—Deberían haber vuelto ya —gruñó el entrenador, que había tenido que ceder ante las peticiones de ir al baño que lo habían abordado desde que había utilizado las llaves que guardaba con tanto celo por segunda vez en aquella noche— ¿Qué se supone que están haciendo ahí dentro, Berry?
Cintia parpadeó dos veces antes de responder.
—Si pregunta por Anna y Cindy, no están «ahí dentro».
No había acabado de responder cuando un grito rasgó la escarcha de tranquilidad que se había formado con un acto tan normal como ir al lavabo.
 Cintia se volvió ultrajada, solo para ver que era la mismísima Mandy Harris quien la había interrumpido por segunda vez y salía de los vestuarios apoyada en John Brandson. Intentaba andar más rápido de lo que su estado le permitía, lo que provocó que estuviera a punto de caerse en cinco ocasiones antes de llegar fuera. A la vez, murmuraba algo inteligible, en un tono tan débil y tembloroso que nadie lo entendió hasta que el entrenador Mason se acercó a ella. Era una sola palabra. «Anna».
Mason se precipitó a los vestuarios, seguido de cerca por Candace, que corría sosteniéndose la enorme falda como mejor podía.
Puerta de los vestuarios de par en par, taquillas, bancos, nadie. Duchas. Duchas. Sangre. Anna.
Anna, en el suelo de baldosas, apretándose el costado, en un charco del color del vestido de la joven que se arrodillaba a su lado después de sollozar como un animal herido.
Rick siguió a Candace, inclinándose sobre ella, dos dedos en su cuello. Tenía pulso. Benditos los dioses en los que no creía.
Había perdido mucha sangre. ¿Cuánto llevaría allí? No más de diez minutos. Mason podía recrearlo. Habían ido al baño primero, que no tenía ventanas, para que Harris se refrescara. Después le había dicho que quería tumbarse, en los bancos del fondo, los más cercanos a las ventanas, había pasado un rato y le había dicho que llamara a su pareja, Anna había asentido, le había dado la vuelta a las taquillas, caminado por el pasillo de las duchas y entonces...
Anna abrió los ojos antes de que llegara a hacer ninguna suposición sobre la identidad de su atacante, y Rick Mason volvió al presente con la misma pregunta que se hacía en pasado.
—¿Quién ha sido? —preguntó Mason, quien le sostenía la cabeza.
Justo después, le apartó uno de los mechones sueltos de la cara. Anna hubiera sonreído de tener fuerzas, y de no estar a punto de hacer lo que estaba a punto de hacer.
—Él… —dijo Anna, en un hilo de voz. Se detuvo unos segundos. Candace le presionaba la herida del costado, su labio inferior temblando. «No te atrevas», susurró. ¿«No te atrevas a morir»?. Anna miró a Candace a los ojos. Quería decirle mucho más de lo que iba a ser capaz de decir antes de que todo se disolviera en negro— A-alexander Willis.
           


NOTA DE LA AUTORA:

Sé que me odiáis. Pero, ¿para qué iba yo a dejar una historia más cerrada cuando se puede meter más drama? Además, soy uno de los primeros nominados. Hay que dar juego, ¿o no?

Dicho esto, llegamos a lo interesante. ¿A quién le voy a pasar la patata caliente? 

Y los nominados son...
*música de tensión*


Ahora os toca nominar a otros 2 blogs y dejar que ellos continúen la historia.


El funcionamiento si has sido nominado es el siguiente:
1. Leer los relatos anteriores a tu nominación (IMPORTANTE: Pon el enlace del relato previo en el inicio de la entrada para que los que te lean puedan seguir el hilo de la historia)
2. Escribir cómo crees que continua la historia (no hay límite de extensión, pero seamos coherentes)
3. Nominar a 2 blogs y avisarles (¡Asegúrate de que les gusta escribir!)
4. Avisar al blog que te nominó y dejarle el enlace de tu relato
5. Avisarnos a Resistencia Lectora para que podamos seguir las historias (puedes hacerlo con un comentario en cualquier entrada o por twitter con #Relatosresistentes. ¡Si nos dejas el enlace, te estaremos muy agradecidos!)

Tienes una semana para hacer todo esto*

¡Acuérdate de pegar estas instrucciones en tu entrada!

*Pero no seremos quisquillosos

P.D.: (Para los nominados) La semana en la debéis llevar a cabo este reto es la del ocho al catorce de agosto




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