galleta (softober #01)
Catorce años antes
Alejandra estaba dispuesta a envenenar a Sabela Alonso.
De hecho, que no hubiera pasado ya respondÃa únicamente a que la profesora Vélez ha habÃa estado vigilando muy cerca desde el concurso.
Ale se habÃa leÃdo decenas de recetas para prepararse para el gran dÃa. HabÃa investigado sobre los fundamentos de la reposterÃa mágica ¡HabÃa dedicado un fin de semana entero solo a elegir la harina perfecta, por el amor de los dioses!
Sabela, con esa sonrisa suya con complejo de lámpara, su perfecta piel morena y su recogido de revista, habÃa llegado tarde a la exposición de los postres, cogido una pizca de cada galleta y formado un hÃbrido a partir de ellas que presentó a la directora y al claustro sin un ápice de culpabilidad.
La señora Ferrer le habÃa aplaudido el maravilloso hechizo de alianza que habÃa creado, por supuesto. Y le habÃa dado el primer puesto. Claro que sÃ. Nadie tenÃa a la directora como el culmen de la imparcialidad, pero habrÃa estado bien que al menos hubiese intentado disimular.
Ale, en un repentino ramalazo de rebeldÃa, tiró el corazón de la manzana que se habÃa estado comiendo hacia los setos del jardÃn en el que estaba leyendo esa tarde. Supo que se iba a arrepentir antes de escuchar los pasos de Tania Vélez detrás de ella.
—No deberÃas desatar tu furia contra los arbustos.
—No estoy furiosa —replicó Ale, aunque tuviera la cara más roja que un tomate de su AlmerÃa natal—. Es que me da coraje. Trabajé muchÃsimo para nada.
Tania, que se habÃa detenido a una distancia prudencial del banco, alzó una ceja.
—Tienes el tercer puesto, Alejandra.
—¡No es eso! Perdón —añadió Ale. Por mucho que Velez la hubiera adoptado desde primero, no deberÃa hablarle de manera tan intensa a ningún miembro del claustro—. Es que… tengo la impresión de que haga lo que haga nunca va a servir siempre que esté compitiendo contra una hechicera.
Cuando la profesora suspiró, a Alejandra le pareció que su queja sobre los caminos de la magia no le habÃa salido tan inocente como querÃa.
—Tienes que sacarte la idea de que sois opuestos de la cabeza. Por mucho que algunas personas no consideren nuestra especialidad magia de «verdad». Pociones y hechizos son complementarios. Sabela puede fabricar jugo revitalizante y tú puedes convocar fuego. Por eso estáis en la escuela, al fin y al cabo.
Esa parte no era la que más preocupaba a Tania. Al fin y al cabo, esa competitividad, en pequeñas dosis, conseguÃa hacer que las distintas escuelas de magia estuviesen llenas de personas que siempre intentaban superarse.
Y ahà radicaba el problema. Alejandra le recordaba muchÃsimo a sà misma a su edad: una rata de biblioteca con sobredosis de cafeÃna y demasiadas cosas que demonstrar que acaba despreciando todos sus logros solo por pensar que lo podrÃa haber hecho mejor.
Tania supo que apretarle el hombro iba a hacer que llorase, pero también que la quinceañera podrÃa evitar que viese sus lágrimas solo con girar la cabeza.
—Todo vendrá, Alejandra. Dentro de diez años estarás liderando tus propias misiones para el Consejo, y el concurso no será un mal recuerdo. Te lo prometo que no está tan lejos.
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